Dulce y amargo

Publicado por Victor Plaza en

Todo buen domingo se precia a una comilona. De esas que atacas con soltura y acaban empachado. De las que la tripa duele y te sientes hinchado durante horas. Has probado distintos sabores y, en general, estás satisfecho. Bien el chef, bien el condimento. Solo un problema: el sabor amargo, que detestas, que evitas, que condiciona el plato y está siempre presente en el menú de un Euroliga.

Es harto complicado vencer a un equipo de la máxima competición europea a base de parciales. En un duelo de calidad, pierdes. Y pese a que el Estu va sobrado de la misma, pero para su liga. No ante Valencia.

Tobey se lesionó -más bien lo hizo Delgado- y Dubljevic se hinchó a minutos. Condimentó el sabor amargo del Estudiantes en la zona más débil: la pintura. Allí donde el equipo de Zamora carece más de todo. Arteaga defiende de aquella manera, y Brown ni lo hace. Porsarnau lo vio claro y lanzó el órdago en la zona. Desde ahí, o Dubljevic, o creación para los tiros liberados. Un código de juego -el de meter balones a los interiores- que en el Palacio se ve muy poco, por cierto.

El menú lo completó San Emeterio, que si no conoció a James Naismith poco le faltó. Tremendo clinic de cómo ganar un partido, del temple del final, de la sangre fría, gélida en una mañana demasiado calurosa para ser diciembre. Un día, eso sí, donde Estudiantes peleó hasta la misma frontera y se acabó, gustoso e hinchado, todo el plato.

Quizá fue el de ayer uno de los partidos más serios del equipo entrenado por Javi Zamora. Seriedad entendida como seguridad. Apenas se perdieron balones y los ataques, en general, estuvieron bien gestionados. Cierto, por otro lado, que el equipo sigue viviendo de parciales y rachas de acierto individual. Cierto, también, que no se dependió de un solo hombre: cinco jugadores por encima de la decena de puntos. A saber: Gentile (15), Roberson (14), Avramovic (13), Arteaga (12) y Cvetkovic (10).

Hay caso Brown

Si el Estu terminó perdiendo fue, además de por la calidad ya mencionada del rival, por el nefasto acierto de tres (6/28). La rabia aumenta cuando se visualizan los tiros, liberados casi en su totalidad. Faltó ese ‘punch’ para noquear al rival que Estudiantes tenía sometido.

En el desacierto sobresale Alec Brown, cuyo rol principal y casi único es el de anotar de tres de manera compulsiva. Cero de seis ayer. Es significativo la total confianza de Zamora en el estadounidense, pese a ello: 24 minutazos. Peligro, porque la confianza en un jugador que no encuentra sitio puede derivar en ceguera endémica. A más tiros de Brown, menos opciones para el resto y endeble presencia defensiva.

Si el juego va de parciales, Gentile los gobierna todos. Bien y mal, digo. Capaz de empezar el partido metiendo diez puntos en cuatro minutos con 5/5 en tiros -ganándose el banquillo con ello…-y de desperdiciar hasta tres ataques consecutivos en su locura habitual. Entonces también visitó el banco, aunque esta vez con razón.

Con Gentile hay que estar especialmente cuidadosos. Te resuelve un partido y te lo pierde al mismo tiempo. Cada decisión de Zamora es una prueba de juego, un máster de sustituciones en directo. Ayer, tras lo 10 puntos del italiano, le mandó al banquillo sin justificación. Y la cabeza de Ale, imagino, echaría a rodar y su boca, veo, a maldecir una vez sentado. Ya no se recuperó, claro.

Salvo esa situación, Zamora planteó un notable partido en su gestión. Con especial atención en los rebotes, y cambios en circunstancia. Arteaga lo sufrió, mientras que Delgado volvió a la rueda con 20 minutos de juego. De Koumadje, por cierto, no hay noticias y lo normal será que abandone el equipo a final de año.

Otro nombre propio es el de Djurisic, que parece que no hace nada pero se come todo el trabajo sucio. Lo amargo a él no le importa. Normalmente, el equipo sube varios escalones en dureza con el montenegrino en pista. Su adaptación a ACB es lenta, pero como fondo de armario es un jugador muy aprovechable.

Al igual que Cvetkovic, que aumenta sus prestaciones (y minutos) en los últimos partidos. Ayer, como la mayoría, erró en triples liberados, pero también incrementa una marcha más en defensa, ya que Roberson está para otros menesteres y, por su físico, sufre ante los bases rivales. Y eso que Zamora le da poca cancha

Valencia Basket fue despertando poco a poco, aunque el Estudiantes seguía conservando el mando del partido a base de defensa, provocando hasta once pérdidas de balón en el rival al límite del descanso. En ataque, otro cantar, ya que regresó la tradicional precipitación y previsibilidad. Solo Avramovic conservó acierto en todos los cuartos. El resto, a rachas.

 

Segundo tiempo y se acorta la rotación de Estudiantes, un hecho cada vez más plausible en temporada. Cetkovic jugó doce minutos seguidos, y Gentile y Avramovic lo jugaron casi todo, en detrimento de Giedraitis y Vicedo, que no habían desentonado en la primera mitad. El reparto de minutos incidió en el desgaste del equipo, que llegó temeroso al tramo final.

Aunque el principal porcentaje de culpa, como ya se ha indicado, fue del Valencia, que apretó líneas y ahogó a los colegiales, muy dependientes, esta vez sí, de Avramovic y de los chispazos de Roberson.

En el otro aro, la pareja Arteaga-Brown hacía aguas por todos los lados. Con ellos, peor comunicación defensiva y menos rapidez en la rotación de las ayudas que tan bien había funcionado en los dos primeros cuartos, en esa activa y efectiva defensa en zona. Valencia Basket, antónimo del Estudiantes, no perdonó un triple liberado: hasta un 41% de acierto. 

Aún mandaba el equipo en el marcador, pero en sensaciones y predicciones del futuro más próximo, ni por asomo. Las naranjas del Mercadona al alza cual confinamiento. El resto, lo ya sabido: un Valencia muy fiable y maduro en los minutos clave, con San Emeterio a los mandos y Dubljevic en modo ejecutor.

En el Estu falló Roberson el tiro que podía haber dado vida, y murió el partido en una antideportiva bastante extraña del propio John. El punto amargo, ya definitivo en boca. El que tapa lo dulce al instante, pero que no debe perdurar. Porque hoy Estudiantes realizó su mejor derrota, la de la competencia real ante un equipo top de esta liga. Y, aún más importante, con muchos jugadores enchufados, aún confundiendo roles y fallando en exceso. En un día normal de acierto, ayer el equipo hubiera ganado.

Pero ya saben, no hay días normales en el Ramiro. O dementes todos, o todos dementes.

Fotos: J.Pelegrín

 

 

 


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