Verde que no te quiero verde

Publicado por Victor Plaza en

Adivina adivinanza…verde por fuera, más por dentro. Es el Estudiantes 20/21, un equipo anclado en su progresión desde hace semanas, al que le cuesta no solo ganar, si no competir en los partidos. Un equipo con exceso de carencias y decenas de características por pulir. Un equipo que preocupa cada jornada más, que ha perdido olfato competitivo y acierto. Un equipo que entra en zona de urgencia.

Parece pretemporada pero no lo es. Lo digo por la confusión general que reina en la plantilla del Movistar Estudiantes. Confusión de roles predeterminados por la improvisación de un banquillo cada vez más a la deriva. Negación de acierto de unas semanas a esta parte, que deja constantemente al equipo desnudo frente al rival en una competición tan exigente como la Liga Endesa.

No existe partido desastroso al 100% del Estudiantes. No. Porque hay siempre cinco-siete-diez minutos de energía, defensa, intensidad y progreso. Hoy sucedieron en el segundo cuarto. Ese 5-15 de parcial antes del descanso, antes de la empanada definitiva.

Y ya, no hubo más por mucho que busques. El resto fue derrota por inercia. Qué zozofra, Azofra.

Las mismas piedras

Excursión en grupo, un domingo cualquiera. Tú que vas primero te tropiezas  con una piedra del camino. Lo lógico sería que la apartases, para que el resto de tus compañeros de marcha no caigan como tú. Pero no lo haces y, claro, todos al suelo.

Piedra como los flash extra largos, donde nuestro pívot acaba defendiendo a ocho metros y, lo que es más grave, nuestro pequeño base a su interior. Con suerte, llega alguna ayuda, pero da lo mismo. Es canasta del rival, dos puntos fáciles. Dos puntos más. Otro partido más.

Piedra como la incesante necesidad de jugar 1×1 con el jugador X. Puede ser Avramovic-útil en velocidad, inseguro en el bote- que solía sorprender en pretemporada. ¿Pero ahora? El scouting existe y se practica. Ya no es tan fácil atacar en carrera. Otro es Gentile, el bien y el mal, nuestro Chimo Bayo particular. Al italiano hay que dársela al poste, que es donde hace daño. Pero que empiece a botar desde ocho metros, e incluso se tire hasta seis triples, no tiene un pase. Él no se esconde, pero le deben tapar desde el banquillo. ¿Nadie lo ve?

Amasan tanto balón Gentile y Avramovic que apenas hay espacio para los bases, a los que les cuesta un mundo dirigir y tomar la batuta. Quizá porque ni Cvetkovic (más en el rol defensivo y supletorio), ni Roberson (que es un anotador) son directores de juego. Es un problema cada vez más acuciante: ¿quién toma decisiones desde la pista, quién levanta una voz, quién manda?. La falta de IQ es acuciante. De ahí las continuas pérdidas de balón y errores de bulto. No se salva nadie. De ahí, también, las diez asistencias más del Burgos en el partido de ayer. Otro cantar.

Piedra como la dinámica táctica de este grupo. Ya hemos dicho que por intensidad, a Zamora no le falta. Pero del resto, sigue muy verde. Apenas hay sistemas para Roberson, cuando es de los mejores tiradores exteriores en porcentaje de la liga. No hay uso alguno de Koumadje, jugador único en su especie. Giedraitis cuenta con su absoluta confianza, pero el chaval, exigido en defensa, llega asfixiado a sus lanzamientos, si es que los tiene. Y no hay que olvidar que tiene 20 años. Responsabilidades las justas.

Nada por dentro, nada por fuera

Sigue el baile de parejas en la pintura y sigue Zamora sin dar con la tecla. Brotes verdes en la primera parte con respecto a las rotaciones, vuelta a la realidad en la segunda. En síntesis: hay dos defensivos (Djurisic y Delgado) y dos ofensivos (Arteaga y Brown), y, por hache o por be, suelen jugar juntos, sin ningún tipo de éxito. Y luego hay otro, el más alto de esta categoría, que apenas juega. Ayer lo hizo un rato, tarde, poco y mal. Cómo para entrar en la rueda de dinámicas con el entra-sale de los cambios.

Funcionó la primera pareja en ese parcial favorable del segundo cuarto (Djurisic en defensa, Delgado en rebotes), y el equipo, siempre desde atrás, sumó confianza en ataque. La misión es dejar esa sensación como constante, y en un ambiente cada vez más tenso es aún más complicado.

Y si la gasolina son los puntos, Estudiantes le cuesta repostar más de lo debido. El porcentaje de triples (una de las principales armas ofensivas en la racha de victorias), ha bajado considerablemente. Ayer 7 de 26, sin ser todos con tres rivales encima ni nada parecido. Se enfadó varias veces Peñarroya por clamorosos fallos de concentración de los suyos, y ni por esas.

Tampoco existió una ventaja física propia de los cuatro partidos en siete días que ha jugado Burgos. Al revés, dinamitaron el partido en base a su exigencia defensiva en la segunda parte. El mundo al revés.

Para más inri, ellos no desplegaron un juego que enamoró al personal. Es más, hasta que Benite no se enchufó (cosa que iba a ocurrir más pronto que tarde), no lograron trasladar un clima de confianza propicio para asegurar la victoria. Después, eso sí, coser y cantar en el camino empedrado.

Una realidad distorsionada

Tercera derrota consecutiva del Estudiantes, y llegan dos toros y un rival directo: Unicaja, Bilbao y Valencia. En una clasificación loca, Estudiantes ha jugado todos sus partidos (4-7, tres triunfos por encima del descenso). De los seis equipos que están por detrás, ninguno ha jugado tantos, y tres de ellos (Gran Canaria, GBC y Bilbao), tienen dos encuentros menos. En definitiva, que el colchón no es tan grande como parece a simple vista. ¿Temporada tranquila? ¿Qué es eso?


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