Trasquilados
Sergio Hernández «El Oveja» levantó los brazos, sonrió y saludó a su colega Zamora. Charló con él, como explicándole el éxito de su plan: fomentar el físico por encima de cualquier otro aspecto deportivo. El juego duro, al límite del reglamento. La presión adelantada, las constantes ayudas defensivas. Un suplicio para un equipo ya frágil de por si, pero además mermado y que llevaba cinco días entrenado y 36 sin jugar un partido oficial. El Oveja es intenso, como su equipo. Ganaron con merecimiento, aunque en el arte de trasquilar no fueron los únicos protagonistas.
Pedía, suplicaba, José Juan Barea a uno de los colegiados ya en los instantes finales, señalando al marcador. Zaragoza, con ese juego físico e intenso, llevaba solo dos faltas. El Estu, hermanitas de la caridad, en bonus desde hace tiempo. Bienvenido, Barea, al cero respeto arbitral que aglutina Estudiantes desde hace varias temporadas. «Aprendí mucho hoy», expresó, irónicamente, en la rueda de prensa.
Porque no puede ser. No puede ser que hagan 30 faltas los de azul y solo 18 los de rojo. Ya es raro en la estadística, pues se multiplica si ves el partido, si ves los contactos, las manos, los empujones, los rebotes. Si ves la disparidad de criterio cuando Cvetkovic es expulsado por dar una palmada al aire durante un tiro rival, pero Ennis se va de rositas tras hacer un mate y mascullar unas cuantas palabras malsonantes en la cara de Avramovic. No pitaron nada, y el mejor jugador de Zaragoza siguió jugando y peleando, siendo muy bueno en ambas disciplinas. Trasquilados, desde El Oveja hasta el trío de la banda.
Pero no venimos aquí a llorar.
Visto con perspectiva, hizo mucho más Zaragoza que Estudiantes para llevarse el partido. También, bastante que compitió hasta el final tras mes y pico sin jugar. Lo comido por lo servido. Avisamos desde ya: la excusa de la falta de ritmo puede valer hoy (y en el derbi si apuras), pero tiene que caducar rápido. Por nuestro bien, por volver a la realidad. Porque hay mucho en juego en el próximo mes.
Se notó la excusa, claro que sí. Hubo mucho más desacierto del habitual en tiros liberados. Menos carreras, más fallos. Mayor desconcentración, evidenciada en un horrible tercer cuarto, que fue donde realmente se perdió el partido. Porque después, a la loca locura, ni un campeón de la NBA te garantiza la remontada. La victoria, de llegar, hubiera sido agradable pero inmerecida.
Parecía que sí
Año nuevo y daba la sensación de que el equipo había cambiado cosas. La presencia de Barea es un extra, un hype, una inyección de moral, aunque queda saber cómo encaja con el otro sujeto determinante en este equipo, Gentile. Ese reparto de roles se antoja crucial. Hoy el ex de Dallas mostró su implicación. No está aquí de vacaciones. Pero también su falta de ritmo (al son del equipo) y la lucha interna con los árbitros. El puertorriqueño va a asegurar, como poco, 15 puntos por partido. Va a atraer defensores y si sus compañeros anotan, puede ser un gran generador, una figura de la que adolece Movistar Estudiantes. Ayer, sin embargo, la historia fue bien distinta: falló siete triples y el equipo acreditó un -15 con él en pista.
Paciencia, mi gente: si la tuvimos con el autor de esa frase, ¿cómo no la vamos a tener con JJ Barea?
Parecía que más cosas habían cambiado: Roberson, por ejemplo, catalogado ya como escolta definitivo, al que la presencia de Barea afecta directamente. Ayer Zamora jugó minutos con los dos en pista, pero no será habitual con todos sanos. Fíjese que hasta se notó la ausencia de Giedraitis por la falta de acierto exterior (9/31) y especialmente por sus piernas en defensa.
Porque el Estu llegaba tarde a casi todas las jugadas que trenzaba el rival. Señalado en ese aspecto Arteaga, que salió cuatro minutos, hizo tres errores clamorosos y no volvió a entrar. Ay, esa cabeza.
Pareció ver a otro Djurasic, más centrado en la pintura. Le echa ganas y eso, ahora mismo, ya es de agradecer. Pero el serbio debería ser un complemento, no un faro ni un referente. Varios triples suyos dieron vida al equipo, pero el Zaragoza iba a otro ritmo, como era evidente.
Si algo dejó claro el partido es que Zamora no debe comerse el tarro: con Delgado y Djurisic el Estu se parece más a un equipo aceptable que sin ellos. El dominicano sigue aumentando sus prestaciones, y ayer sus compañeros le encontraron más de lo habitual. Hubo momentos curiosos, como cuando Barea pidió que le dieran un balón al poste en aclarado. No JJ, ya entenderás que no es su fuerte.
Cambios también en las rotaciones. En nombres, que no en ritmo, ya que Zamora utilizó once jugadores solo en el primer cuarto (para anotar 13 puntos). Pero al contrario que en otras ocasiones, el entrenador mantuvo su confianza en el banquillo. Rubén Domínguez aprovechó la circunstancia y el mal partido de Vicedo en el tiro (uno más) fue el principal beneficiado, con 10 minutos de juego y un triple anotado. Sonríen los niños, y aunque fue solo un momento cuando el balón besó la red, el Estu moló.
Pero no
De vuelta a la realidad, el saco de cosas que no cambian es más grande que su contrario. Hay aspectos inalterables al paso del tiempo. Lo de la zona tras tiempo muerto lo saben hasta en Wuhan, pues cómo no va a dibujar el entrenador rival cómo atacarla. Y cómo no van a ser dos puntos fáciles. Pecado de primerizos, otra vez.
Aunque para pecado, el famoso tercer cuarto. El de siempre. El horrible, el que da rabia, el que todos se acuerdan al final. Casademont Zaragoza, en base a ese juego intenso, logró un parcial de 0-10 que mantuvo hasta el final del cuarto. Un gran trabajo defensivo frente a cinco jugadores de azul asustados, acomplejados, descolocados que cometían más pérdidas de balón consecutivas en un saque de fondo que un equipo de infantiles.
Por primera vez en la temporada (al menos públicamente), Javi Zamora achacó a los suyos falta de actitud, de concentración y de ganas en el tiempo muerto que decretó. «Energía» lo llamó él. Hizo bien, pero sus jugadores no terminaron de responder. A la postre, fueron esos minutos los que evitaron un final ajustado y, por tanto, una victoria a cara o cruz. No se los puede permitir Estudiantes a estas alturas, por muchos 36 días de inactividad.
Aleksa Avramovic tampoco cambia. Él es el que tira del equipo cuando no hay nadie más. Y normalmente, con soberano éxito. Ayer tiró tanto que se le vio pedir el cambio, desfogado, a dos minutos del final. El milagro fue que el Estudiantes logró ponerse a cinco puntos, sin saber muy bien cómo y pese al distinto trato arbitral.
Probablemente, el Zaragoza bajó su interés. Probablemente, el Estu sacó esa vena de competición que siempre ha tenido y que parece, aún en la tormenta, mantener. Una vena útil ayer porque la excusa sigue vigente, pero que en menos de una semana no servirá.
En esas fechas solo contaran las victorias que sumen al casillero. Tras un enero esquivo de buena suerte, lo importante era volver y esperemos ver a todo el equipo disponible próximamente (fichajes, bajas y recuperaciones). Entonces sí: nos echaremos la mano a la cabeza o resoplaremos de alivio. Ya queda menos y la temporada es imparable: tres partidos en siete días (Real Madrid, GBC y Unicaja)
Fotos: J.Pelegrín
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